lunes, 9 de febrero de 2009

Adivina que ?

La patria exalta a Quito, metrópoli andina que con alborozo rememora hoy la jornada del 6 de diciembre de 1534.

Ahora que recordamos 471 años del acto denominado comúnmente 'fundación de Quito', a cargo del conquistador español Sebastián de Benalcázar hay que insistir que lo del 6 de diciembre de 1534 constituyó el 'asentamiento efectivo o definitivo de Quito' y no propiamente su nacimiento oficial, pues aquel ocurrió semanas atrás, en agosto del mismo memorable año, en las inmediaciones de la antigua Riobamba. Versados estudiosos e investigadores ecuatorianos así lo explican tras la debida revisión de documentos.

Pero la costumbre ha ganado terreno y al episodio decembrino todos lo llaman ‘fundación’. Eso, como también se ha dicho en múltiples ocasiones, no representa problema alguno para proclamar los merecimientos de urbe quiteña, cuna de luminosos pro hombres identificados a plenitud con los afanes reivindicadores de la patria. Quito es también un joyel de inconmensurable hermosura donde se confunden el primigenio testimonio de la identidad, con el señorío colonial y la modernidad del milenio que vivimos.

Después del sacrificio de Atahualpa (julio de 1533) en manos de los caudillos conquistadores, el territorio del Tahuantinsuyo y, en particular, el de Quito, fue escenario del gran empuje con que los españoles intensificaron sus planes de sometimiento. Además de Francisco Pizarro, en el sur, en la región quiteña aparecieron Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar y otras figuras.
Benalcázar, en conocimiento de que su compatriota Pedro de Alvarado dejaría Guatemala para dirigirse a la zona de Quito en pos de mayores ganancias para su empresa, no demoró tampoco para ponerse en marcha desde San Miguel de Piura hacia el Norte, con la finalidad de mantener los privilegios y riquezas que iba acumulando en el sector adonde llegó impulsado por su afán de conquistador.

Aunque Francisco Pizarro nunca autorizó la salida de Benalcázar, este puso manos a la obra a su propósito. Tras abandonar San Miguel de Piura llegó a la circunscripción de Loja en los primeros meses de 1534; desde allí decidió continuar hasta situarse en los alrededores de Tomebamba, para descansar y planificar una mejor organización de la hueste que lo acompañaba.

Otras novedades

Dispuesto a cortar el avance del audaz Pedro de Alvarado y decidido también a demostrar su liderato e iniciativas frente a sus compañeros de aventura que en ocasiones lo habían relegado, Benalcázar redobló esfuerzos y siguió su trayecto en medio de los asedios y ataques de los aguerridos defensores de la tierra quiteña al mando del general indígena Rumiñahui.
Cuando Benalcázar se disponía a entrar en Riobamba, la antigua, padeció el acoso de los naturales a quienes enfrentó a mediados de 1534 en Tiocajas, Colta y sectores aledaños. Una repentina erupción del Cotopaxi resultó providencial para los españoles, porque escaparon de la inminente derrota en manos de los indígenas.

Benalcázar llegó en julio de 1534 a la fortaleza de Pichincha y encontró que la Quito indígena estaba prácticamente en escombros, como consecuencia de la orden que dio el astuto Rumiñahui para que se escondan los tesoros y se incendie la ciudad. Todo, como rechazo a los invasores que, a más de su sed de oro, tramaban la esclavitud para quienes poblaban en esta parte del continente.

Mientras Benalcázar era testigo impotente de las ruinas de la Quito indígena, otro conquistador, Diego de Almagro, llegó del Perú a la nación quiteña por órdenes de Francisco Pizarro, para exigirle explicaciones sobre su actitud. Ante los acontecimientos, el emisario pizarrista buscó como única alternativa el apoyo de su coterráneo y así salir airoso ante la presencia de Alvarado, cuestión que le daría vía libre para seguir sus faenas de conquista.

Momentos decisivos

Sebastián de Benalcazar, dispuesto a ganar tiempo y para evitar más dificultades y contratiempos, el 15 de agosto de 1534, Diego de Almagro fundó la ciudad de Santiago en las planicies de Riobamba y de esa manera tomó posesión de las tierras para la jurisdicción de Francisco Pizarro. Este acto terminó con las pretensiones de Pedro de Alvarado, quien sin otra alternativa tuvo que pactar con sus adversarios.

El 28 de agosto de 1534, en el mismo sitio que Diego de Almagro fundó la ciudad de Santiago, aconteció lo que varios historiadores llaman la 'fundación a distancia' de San Francisco de Quito. Esta ceremonia incluyó la formación del Ayuntamiento o Cabildo de la nueva Villa, con la juramentación legal de dos alcaldes y ocho regidores. El escribano Gonzalo Díaz dio fe de este acto que ejecutó el mariscal Diego de Almagro.

Asentamiento efectivo

El domingo 6 de diciembre de 1534, al cabo de tres meses y días del ceremonial protagonizado por Diego de Almagro en las inmediaciones de Riobamba, correspondió al teniente de gobernador, Sebastián de Benalcázar, confirmar y ejecutar la fundación de la villa de San Francisco de Quito sobre las ruinas que dejó Rumiñahui.

Banalcázar ratificó a las autoridades del Cabildo que se formó en agosto, compuesto de regidores y alcaldes. De igual modo, se realizaron otros pasos que dieron total legalidad al asentamiento efectivo de Quito. Por tales circunstancias, Sebastián Moyano de Benalcázar (Belalcázar) resultó el indiscutible instalador de la Villa de San Francisco de Quito en el sitio donde actualmente luce su señorío y belleza.

Tareas complementarias

Para evitar que su labor no quede trunca, Benalcázar supervisó la labor del Cabildo, que cumplió con el empadronamiento de los vecinos de la Villa y el respectivo trazo de ella. Asimismo, se mantuvo al tanto de la construcción del templo provisional, del reparto de solares y otras importantes actividades que determinaron el pronto desarrollo de la floreciente Villa, cuna primigenia de la actual capital de los ecuatorianos.

Documentos diversos dan testimonio que los primeros vecinos de la Villa de San Francisco de Quito sumaron 205, incluyendo a las autoridades, el mismo Benalcázar y dos esclavos negros. Juan de Ampudia y Diego de Tapia fueron los primeros alcaldes; Pedro de Puelles, Pedro de Añasco, Rodrigo Núñez, Juan de Padilla, Alonso Hernández, Diego Martín de Utreras, Juan de Espinosa y Melchor de Valdés, cumplieron las funciones de regidores.

Sin pérdida de tiempo y en forma intensa el Cabildo de la Villa de San Francisco de Quito emprendió en el empadronamiento de los vecinos y ordenó al alarife (albañil o maestro de obras) que hiciera el trazo de la ciudad. Conocedor de su oficio, el alarife demarcó las calles a cordel, alrededor de la plaza pública y el 20 de diciembre se repartieron los solares para que los vecinos comenzaran a construir sus viviendas.

El Cabildo y demás dirigentes acordaron la construcción de un templo provisional; de igual forma, que en las afueras de la Villa haya un extenso y común espacio de nombre ejido. Cada vecino recibió una considerable extensión de terreno para una estancia.

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