lunes, 8 de diciembre de 2008

Identidada Nacional

Moisés Sánchez Ludeña
Nuestra identidad es un anciano nostálgico sentado en algún rincón solitario alardeando de sus glorias del pasado, una pila de libros desgastados arrumados en una bodega vieja, un lugar extraño con olor a guardado al que a las nuevas generaciones no les interesa ir.
La palabra “identidad” tiene su origen en el latin “idem” que significa “lo mismo” y, por consiguiente, identidad es el resultado de igualar.
Si hablamos de identidad nacional se podria decir entonces que es el conjunto de características que compartimos todos los ecuatorianos.
Es curioso que cuando se empieza a hablar formalmente de identidad es casi inevitable para la mayoría de los grandes pensadores del país la tendencia de buscarla en el baúl de los recuerdos y a pensar en la poca importancia que la juventud actual le da a la “identidad nacional”, a la historia, a los anacos, a la música folklórica, etc.
Pues, siendo la juventud mayoría en nuestro país, ¿No resulta ilógico decir que a la juventud no le importa la identidad nacional?
Si la mayor parte del país no comparte los mismos rasgos, ya dejó de ser “identidad nacional”.
No se debe confundir raíces con identidad. Tanto a la historia como al folklor se los debe tomar como lo que son: historia y folklor.
Tratar de imponer las costumbres del pasado como nuestra identidad actual es tratar de meter a la fuerza a un joven de 17 años en sus pantalones de cuando tenía cinco.
No tiene sentido seguir fomentando la identidad de pueblo cuando ya se es una ciudad.
Las cosas cambian con el tiempo.
El mundo actual es apresurado e irreverente, muy distinto al de antes.
Un joven que escriba libros o componga canciones al estilo antiguo no sería un artista auténtico que aporte con algo nuevo al país, sería tan solo un imitador, un “JJ” más de los miles que se encuentran a través de todo el Ecuador.
La identidad debe salir espontánea como una reacción a nuestro entorno natural y social actual.
Si las grandes mentes y talentos del país, en lugar de vivir eternamente removiendo la tierra infértil el pasado, se dedicaran a crear nuevas expresiones artísticas, nuevas tecnologías y proyectos de desarrollo social útiles (para no tener que estar acogiendo formulas experimentales del extranjero), nuestra “identidad perdida” no estaría tan perdida.
Pero son más bien personas del ámbito popular como los creadores del “Cholito”, cuyo principal interés es quizá entretener con lo que les ha parecido gracioso del entorno real en el que viven, los que rescatan una identidad real, popular - es verdad, y hasta rozando lo vulgar también -, pero los Eruditos del país en lugar de criticarlos deberían aprender un poquito a asentar, como ellos, los pies sobre la tierra, aunque se ensucien, y ponerse manos a la obra para crear algo de más alto nivel cultural, que nazca del corazón que es de donde brota lo auténtico, y no del pasado, que ya está muerto.

Los hijos del sol

Existen muchas leyendas sobre el Origen de los Incas. Pero en realidad ellos legaron allá por el año 1200 al valle de Urubmaba huyendo de los aymaras.
Hemos seleccionado la Leyenda de Manco Cäpac y Mama Ocllo en una versión oral de un poblador del Cusco, la selección se realizó en vista de los méritos literarios de la narración...
Los hijos del Sol
Como una mujer y un hombre de amores desgraciados, el Sol y la Luna estaban condenados a no encontrarse jamás. Pero existía una profecía que decía que un día ambos se amarían y de ese encuentro nacerían un niño y una niña en el lago Titicaca.

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El día predicho, la Tierra se oscureció y la Luna se unió al Sol. Y los hombres que llegaron al gran lago encontraron allí un hombre apuesto y fuerte junto a una doncella hermosísima. Como padre suyo que era, el dios Sol les había ordenado andar por todo el mundo, y les había entregado una lanza de oro que debían golpear en las rocas que encontraran, para allí donde la vara se hundiera con un solo golpe, levantar una ciudad en honor del Sol.

Los dos Hijos del Sol, acompañados por las gentes del lugar, recorrieron montes, valles, ríos, buscando el sitio donde la roca cedería al primer golpe de la lanza, indicando así el lugar donde fundar la ciudad. Finalmente, en una montaña llamada Huanacauri, la roca cedió, y los Hijos del Sol reunieron allí a los hombres y les hablaron de la riqueza y la pobreza, la paz y la guerra, la justicia y la injusticia...

Y fundaron una ciudad con templos que veneraban al Sol, dador de vida, y con plazas y mercados, huertos y prados: el Cusco.

Los hombres de aquellas tierras, agradecidos, le dieron al Hijo del Sol el nombre de INCA, que significaba en su lengua "príncipe".